Durante gran parte de la historia, Japón ha sido un lugar remoto para los occidentales, desde que rompió su aislamiento no ha dejado de sorprendernos, cuando los europeos llegaron a Japón a mediados del siglo XVI y apreciaron una reminiscencia de su país y apreciándolo familiar decidieron que los japoneses eran los más admirables de los pueblos asiáticos.
Cuando al cabo de más de 200 años de aislamiento voluntario fue “redescubierto” a mediados del siglo XIX, no tardó en sorprender a los europeos por su capacidad de salvar con rapidez el abismo tecnológico que se había abierto entre occidente y el resto del mundo.
Después de Segunda Guerra Mundial, en la cual quedó prácticamente destruido, el Japón logró rápidamente su recuperación y el ascenso a los primeros lugares de los países industriales. Los japoneses han disfrutado durante la mayor parte de su historia de un equilibrio entre su aislamiento excesivo y el excesivo contacto con el mundo exterior.
Japón es una tierra bella, con un clima templado, con una lluvia regular que hace de este rincón del mundo un lugar delicioso, de cálida habitación para el hombre. Ningún otro pueblo ha prestado una atención más minuciosa a la conducta cortes, ni una devoción más afectuosa a las flores, la poesía y el arte. Este hermoso país ha conservado su yo propio, aun cuando asimila influencias, les da su sello personal para adecuarlas al yo japonés.
El pasado del Japón, ejerce una fascinación especial debido a la luz que proyecta sobre el Japón moderno. Por ejemplo; el emperador hoy recibe un trato similar al que recibía hace 15 siglos, aunque es un símbolo importante de unidad nacional, y se le honra como el gobernante supremo, tiene poco poder temporal.
La tierra del Japón ha tenido tradicionalmente exceso de población, sin embargo, su belleza natural nunca ha sido atropellada, por el contrario se ha mimado cada pedazo de tierra disponible, se han cultivado los bosques con tanto cuidado como los arrozales, cada árbol crece en su sitio porque alguien quiso que allí estuviera, la veneración de la naturaleza está tan arraigada en los japoneses que no dejarían de hacer una pausa para contemplar los colores seductores de las hojas otoñales.
El recurso más abundante del Japón son sus aguas dulces, lo que crea paisajes de delicada y húmeda belleza, con fragantes bosques que los japoneses han pintado por siglos en sus cuadros, reproducen en sus jardines y conmemoran y atesoran en la riqueza de sus poemas.